Llegó el momento de la verdad, la puerta del pequeño despacho se abrió e Igor acompañó a Misha hasta una silla situada frente a un escritorio tras el que se encontraba el Doctor Zoiburk, recostado en su cómodo sillón de piel gris. Misha se sentó en silencio, Igor se retiró a una de las esquinas del despacho a espaldas de Misha y el doctor Zoiburk comenzó su sesión rutinaria de comprobación de estado del paciente.
- Hola Misha, ¿qué tal te encuentras hoy?
- Muy bien doctor -respondió Misha, con la mente totalmente calra y lúcida. Hoy si estaba en condiciones de jugar...
- ¿Qué tal van esos dolores de espalda?
- Ya me encuentro mucho mejor, seguí su consejo: hice los ejercicios que me recomendó y procuré no hacer esfuerzos. Ya me encuentro totalmente recuperada.
- Ya veo. Y... en cuanto a Eric, dígame, ¿cómo dijo que había muerto?
- ¿Eric?, pero si ya se lo he dicho cientos de veces doctor -dijo Misha muy amablemente, sin mostrar el más mínimo atisbo de enfado.
- Es cierto, pero, ¿sabe una cosa? Yo tengo que supervisar a todos los pacientes de este centro, y claro, son tantos, que a veces me olvido, ¿podrías contármelo de nuevo, por favor?
- Es que me da mucha pereza repetir otra vez toda la historia. Busque entre sus papeles, seguro que lo tiene escrito por ahí, yo sé que usted toma nota de todo lo que le cuento.
- Je, je, tienes razón, pero es que esta mañana he salido con muchas prisas y he cogido el expediente de otro paciente por error en lugar del tuyo, y ya que estamos aquí, sería una pena posponer tu revisión para otro día, ¿no te parece? Anda, cuéntamelo de nuevo, por favor, aunque sea sólo un resumen.
- Está bien, se lo contaré -contestó Misha simulando resignación-. Aunque hay poco que contar, mi marido fue arrestado por la policía y juzgado por cometer crímenes contra el gobierno. Yo nunca estuve al tanto de sus acciones, por lo que no tengo idea de cuáles pudieron ser esos crímenes, pero tuvieron que ser muy graves, pues lo condenaron a cadena perpetua. Durante su traslado a prisión intentó fugarse, aunque tampoco me contaron los pormenores de su malograda huida, sólo sé que uno de los guardias no tuvo más remedio que abatirlo de un disparo con su arma reglamentaria. Eso es todo lo que sé, es la información que aparece en el informe que me dieron cuando algunas semanas después tuve que pagar los gastos de su detención.
- Mmmmmm, ya veo... -decía para si el doctor Zoiburk mientras leía unos papeles-. ¿Y qué hay de la trama de contraespionaje y del operación para robar información militar de alto secreto del gobierno?
- ¿Qué?, ¿qué dice usted? No sé de qué me está hablando, ¿por qué cambia de tema?
- ¿Qué me dice de la trampa de los americanos y del asesinato de su marido? -volvió a insistir el doctor Zoiburk.
- Doctor, me parece que se está equivocando. Está usted leyendo el expediente de otro paciente, ¿no se acuerda?, me ha dicho al principio que se había equivocado esta mañana y cogió otro que no era el mío por error. Esas preguntas no tienen nada que ver conmigo.
- ¡Ah!, si, es verdad... je, je, ¡qué despiste!, perdona, ya no me acordaba -contestó el doctor intentando salir de la situación de la forma menos comprometedora posible.
- Creo que le vendría bien un descanso, doctor, trabaja usted mucho últimamente.
- Si, tienes razón en eso, ja, ja, ja. Bueno, creo que te haré caso y me iré a descansar un poco, puedes retirarte Misha, ya ha sido bastante por esta vez.
- De acuerdo. Que pase usted un buen día doctor.
El doctor Zoiburk asintió con la cabeza mientras Misha salía del despacho acompañada por Igor, el cual había permanecido impasible durante toda la conversación. Al salir de la sala, Misha sonrió para sus adentros: "muy bien, esta vez lo he conseguido, sin esas malditas pastillas soy capaz de evitar decir lo que pienso verdaderamente".
Mientras tanto, el doctor Zoiburk permanecía en su despacho revisando los expedientes de los pacientes a los que había interrogado. Para él, Misha no era más que una paciente como cualquier otro, pues desconocía las circunstancias por las que Misha había llegado a aquel centro.
Fran tu aportación me ha recordado un poco al magnífico libro "Los Renglones torcidos de Dios" lo has leído?
ResponderEliminarNo, no lo he leído, aunque ya eres la segunda persona que me dice que ese libro es bueno. Habrá que darle una oportunidad... algún día.
ResponderEliminarEl libro es de mi hermana Mj pero si te interesa se lo puedo pedir, no habrá ningún problema en prestártelo ;)
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