Este proyecto nació de la idea de un grupo de amigos con las mentes muy perturbadas. Componemos historias encadenando nuestras aportaciones individuales por turnos. Hay libertad de expresión siempre que se mantenga algo de coherencia entre parte y parte. ¿Quieres participar con tu creatividad? Pues contacta. Saludos del equipo y esperamos os gusten nuestras perturbadas historias ;)

jueves, 5 de noviembre de 2009

Misha 7 (por Torrance)

Ni siquiera le oyó.

Mientras trataba de asimilar qué diablos era lo que había ocurrido, vio como su compañero de habitación saltaba entre los escombros y se abría paso entre los hierros retorcidos del camión. Le vio correr, tratando penosamente de arrastrar sus más de cien kilos, hacia el trozo de valla derribado. Vio como uno de los guardias de seguridad, un joven alto y fuerte como una secuoya, arrancaba a perseguirle mientras le preguntaba que dónde coño creía que iba. Vio como su compañero, un tipo enjuto de piel desolada y mirada despiadada, sacaba su arma reglamentaria, la besaba con mimo (sentía mucho más amor por su arma que por cualquier otra cosa en el mundo, incluida su mujer, sus hijos y su madre) y le susurraba algo que Misha no pudo entender. Le vio apuntar al blanco perfecto en que se había convertido el sujeto gordo que corría jadeante (ya apenas podía respirar).

Le vio disparar (años más tarde, Misha seguiría recordando con asombrosa claridad el seco sonido del percutor que pudo oír justo antes del estruendo del disparo).

Vio caer pesadamente el cuerpo de su compañero de habitación mientras pensaba que, después de tantos días, ni siquiera sabía su nombre. A partir de ahí, todo se aceleró y se hizo confuso. Había gente por todos lados. Algunos enfermos salieron del edificio y corrían de un lado para otro, como niños en un patio de colegio. Los médicos y las enfermeras trataban de poner orden mientras los guardias de seguridad calentaban sus porras. En medio del caos, Misha se dejó caer en el suelo, aturdida. Giró la cabeza a un lado y a otro tratando de encontrar algo que le confirmara que lo que estaba viviendo no era un sueño. En la habitación de al lado, enterrada entre los restos del muro exterior del edificio, distinguió una pequeña caja de madera, una de esas cajas de puros americanos con los que se solía traficar en el mercado negro.

-Esa caja debía de estar oculta en algún escondrijo de la pared -pensó mientras se incorporaba.

Limpió con cuidado la arena que recubría la tapa (descubrió que los puros eran nicaragüenses) y abrió la caja. En su interior, una pequeña y desgastada libreta de notas, algunos papeles doblados, un lápiz que necesitaba ser afilado y una foto donde podían verse tres hombres sentados en lo que parecía la mesa de un café. Necesitó unos segundos para reconocer a uno de ellos, el único que no sonreía. Bajo un sobrero gardeliano de color gris oscuro y un frondoso bigote que le cubría el labio superior, el rostro seco de Eric.

4 comentarios:

  1. Genial, ya echaba en falta más movimiento en la historia,... me ha gustado mucho ^^

    ResponderEliminar
  2. Que narrativa... audaz y llena de matices. Chapeau!

    ResponderEliminar
  3. creo que sería buena idea incluir el nombre del autor entre paréntesis al lado de la numeración, como mera nota informativa.

    ResponderEliminar
  4. ¡Gracias Rosa!

    O'Enit, creo que tu comentario se refiere a otro texto... :_D

    Wolo, ya he puesto mi nick en el título.

    ResponderEliminar